Frank Cadogan Cowper, el Último Prerrafaelita

La historia de Cowper es la afirmación de la regla: un artista debe estar muerto antes de que el público comience a apreciar sus obras; pero Frank fue un artista del más alto nivel, un exponente de primer orden en acuarela y un dibujante exquisito. 

Si hubiera nacido cincuenta años antes, es casi seguro que lo habrían invitado a unirse a la Hermandad Prerrafaelita. Si hubiera vivido durante el Renacimiento italiano, las familias nobles le habrían encargado que decorara sus palacios con escenas de amor cortés.

Sentía fascinación por las primeras obras de Rossetti y Millais, es evidente. Pero a menudo exploró temas religiosos con un sesgo humorístico, a veces al borde de la blasfemia, actitud que continuó a lo largo de su carrera; esa fue una de las razones del freno en su reconocimiento. No encajaba exactamente, era algo marginal. La otra es que ya en la década de 1920, el mercado de escenas literarias e históricas meticulosamente pintadas estaba en declive. Pero la carrera de Cadogan Cowper siguió. Presentó regularmente retratos, predominantemente de damas de sociedad. 

Los prerrafaelitas siempre han glorificado a la Mujer, la ubicaron en un pedestal y la envolvieron en misterio, magia y belleza. Y -al igual que Rossetti- Cowper estaba particularmente fascinado con el fenómeno cultural de la femme fatale, cuya iconografía forma un omnipresente motivo altamente decorativo. 

Si bien la fama y valoración de Cadogan Cowper pasó por momentos de oscuridad, también es cierto que en los últimos treinta años ha experimentado una fulgurante revalorización. Si tienen alguna obra prerrafaelita, atesórenla con todo el amor del mundo. Su apreciación no para de crecer.