Rebelde, diosa, sirena, provocadora, iconoclasta... la surrealista argentina Leonor Fini desafía la categorización y es una de las artistas más importantes de mediados del siglo XX junto con Leonora Carrington, Frida Kahlo, Meret Oppenheim, Remedios Varo y Dorothea Tanning.
En su adolescencia, Leonor sufrió de conjuntivitis reumática y tuvo que usar vendajes en ambos ojos durante dos meses. Más tarde recordó que vivir ese episodio de su existencia en la oscuridad le había dado la oportunidad de visualizar imágenes elaboradas en su imaginación.
Sus primeras pinturas fueron retratos, género al que volvería a lo largo de su vida. Fini exhibió su primera obra públicamente en Trieste en 1927 en una exposición colectiva a la edad de diecisiete años y rápidamente se hizo conocida por su excentricidad, no sólo en su arte, sino también a través de su vestimenta y comportamiento teatral.
Su trabajo comenzó a explorar temas surrealistas: sueños y el inconsciente, motivos mitológicos y fantásticos, y metamorfosis de la mente y el cuerpo; algunas parecen ser pasajes a otros mundos.
Las pinturas a menudo presentan a mujeres en posiciones de poder donde controlan la narrativa. Esto es por una inclinación suya, ella prefería hombres andróginos en contacto con su lado femenino, no tipos machistas o hipermasculinos e hizo uso de la iconografía de la mujer como guerrera, guardiana, bruja y diosa.
En múltiples ocasiones, la artista se utilizó a sí misma como modelo; a veces como medio sumergida en un charco de agua negra, en otra como un reflejo felino o también en una escena apocalíptica de hojas marchitas, plantas y criaturas fantasmagóricas con forma de calavera y ojos hundidos.
Está muy claro que la pintora rechazó la visión tradicional de la mujer como musa. No estaba para nada de acuerdo con el papel de las féminas en el arte. Es decir, ver a las mujeres sólo como objetos sexuales que inspiraban el genio masculino.
En un intento por subvertir los roles impuestos por la sociedad, abandonó las representaciones de muchachas frágiles, inocentes o fatales en favor de diosas inspiradas en la mitología griega. Se dedicó a pintar figuras femeninas que no podían ser categorizadas, juzgadas o definidas moral o sexualmente.
En el transcurso de seis décadas, la obra de Leonor se expandió desde la pintura hasta incluir el diseño gráfico, la ilustración de libros, el diseño de productos y el diseño de escenografía y vestuario para teatro, ballet, ópera y cine. Con visión de futuro, las escenas oníricas de doncellas dominantes y hombres pasivos que socavan las nociones convencionales de sexo y género en su pintura allanaron el camino para las mujeres y los derechos LGBTQIA. Toda una adelantada.
Su estilo de vida extravagante, su teatralidad y su amor por el espectáculo influyeron en diversos artistas, desde Andy Warhol hasta Madonna.
Partió de este mundo a la edad de ochenta y ocho años, en 1996.