Ha sido expulsado del Cielo el ángel más bello y está lleno de ira hacia su Creador.
Estamos ante el mismísimo Lucifer, quien fue durante un tiempo la mano derecha de Dios. Inteligentísimo y muy hermoso, el ángel tenía un pequeño defecto: la soberbia. Un día tuvo la desastrosa idea de rebelarse contra su creador al creerse igual que él, y la cosa no terminó nada bien.
Era el año 1847 y Alexandre Cabanel, de 24 años, estaba en camino de convertirse en uno de los genios más destacados de la pintura académica francesa gracias a la impresionante Fallen Angel, posiblemente una de las mejores obras de arte jamás realizadas.
Hasta ese momento, las pinturas religiosas e históricas generalmente incluían santos, ángeles y figuras heroicas como tema, pero la pintura de este artista fue una de las primeras en representar al Diablo, académicamente hablando.
Se libró una gran batalla en el Cielo; un grupo de ángeles rebeldes fueron derrotados por el ejército del arcángel San Miguel.
El ser alado protege su rostro detrás de los brazos flexionados, parece estar ardiendo de ira por lo que le acaba de pasar. Su cabello de fuego se agita con el viento, y las cejas se curvan sobre los ojos enrojecidos donde una lágrima de ira asoma. Su postura parece reposar aunque cada músculo está flexionado con energía potencial. Podría significar también una postura de semi-alerta, como si estuviera listo para atacar.
Pero el hijo de la Aurora ha sido abatido. Tiene una mirada de odio, de impotencia, de frustración por todo aquello no alcanzado, por el poder negado.
Sobre él vemos a varios ángeles que vuelan o flotan en la vasta extensión del cielo. Parecen estar celebrando.
Una auténtica maravilla. Ampliamente reproducida, esta pintura se ha convertido casi en un cartel de belleza, una representación visual del chico malo sexy divino de la muerte.
El gran Alexandre Cabanel mostró la belleza del pobre diablo por medio de un minucioso estudio anatómico (esos músculos marcados) y la espectacularidad del color, al modo manierista, con una luz difusa que impregna toda la obra.