El fenómeno global conocido como Belle Époque fue un período de paz que se extendió desde 1871 hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial, en 1914; coincidiendo con la Tercera República francesa (a partir de 1870).
Si bien las desigualdades sociales estaban muy presentes aún, la exuberancia, el progreso, la prosperidad y el gran crecimiento poblacional trajo un tiempo de optimismo en toda Europa: brillantez intelectual, innovación tecnológica, moda y descubrimientos científicos. El Viejo Mundo se encaminó decididamente hacia la modernidad; la industrialización pobló el continente de chimeneas.
La esperanza de vida al nacer se prolongó, la mujer se incorporó al sistema productivo y el cambio amenazó los privilegios masculinos; variaron las pautas educacionales e incluso se modificó la misma vida política.
Muchas obras maestras de la letras, la música, el teatro, la ingeniería y el arte visual florecieron en París y lograron reconocimiento mundial. Incluso los Estados Unidos, recientemente ricos después de salir del Pánico de 1873, experimentaron una época similar que fue apodada "Edad Dorada".
La etapa es recordada con cariño como idílica ya que se trata de un gran recuerdo de la buena vida con una dimensión internacional nunca conocida hasta entonces, cuando la literatura, entre humo de hachís y añoranza, pobló el paisaje de "poetas malditos" y se lanzaron en busca del tiempo perdido.
Si bien las desigualdades sociales estaban muy presentes aún, la exuberancia, el progreso, la prosperidad y el gran crecimiento poblacional trajo un tiempo de optimismo en toda Europa: brillantez intelectual, innovación tecnológica, moda y descubrimientos científicos. El Viejo Mundo se encaminó decididamente hacia la modernidad; la industrialización pobló el continente de chimeneas.
La esperanza de vida al nacer se prolongó, la mujer se incorporó al sistema productivo y el cambio amenazó los privilegios masculinos; variaron las pautas educacionales e incluso se modificó la misma vida política.
Muchas obras maestras de la letras, la música, el teatro, la ingeniería y el arte visual florecieron en París y lograron reconocimiento mundial. Incluso los Estados Unidos, recientemente ricos después de salir del Pánico de 1873, experimentaron una época similar que fue apodada "Edad Dorada".
La etapa es recordada con cariño como idílica ya que se trata de un gran recuerdo de la buena vida con una dimensión internacional nunca conocida hasta entonces, cuando la literatura, entre humo de hachís y añoranza, pobló el paisaje de "poetas malditos" y se lanzaron en busca del tiempo perdido.
Sin dudas se trató de una bella coyuntura, y mi patria no fue ajena a ella. En ese momento también Buenos Aires se encontraba en un proceso de gran expansión -numerosos contingentes de inmigrantes llegaban a sus costas para hacer realidad el sueño americano- y la ciudad mostraba un aspecto alegre y festivo, había un clima de mucho progreso, la vida social se desenvolvía entre inauguraciones y eventos; la alegría y el ritmo parecían embargar a todos. La música y la canción estaban representadas por el tango, los café-concert, el teatro, el "bel canto", el cine, el turismo y las tertulias literarias; sostenido todo por la gran posibilidad de trabajo de la era industrial, el agro y la ganadería.
A esta fase histórica de expansión sin precedentes e inicio de la cultura moderna en Argentina podríamos considerarla desde 1890 hasta los años treinta, por el motivo de que la Primera Guerra Mundial no la afectó en la contienda militar, al contrario, se diría que la benefició económicamente como subsiguientemente pasó con la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto la Belle Époque no tuvo interrupción en mi país y la fiesta continuó integrando una nueva clase social, la burguesía. Edificios públicos, palacios y mansiones al mejor estilo europeo, iluminación eléctrica, una red férrea de comunicación ejemplar y eficiente, el subte, el auto, y grandes estructuras de hierro y vidrio como las estaciones del ferrocarril hicieron de Buenos Aires un jolgorio con mucha marcha. Diría que en ese momento se llegó al punto cúlmine de la sofisticación y todavía hoy las refinadas construcciones emblematizan la elegancia de la Ciudad.
Acorde al signo de los tiempos, asimismo el arte se modificó y cambió de horizontes. La pintura descompuso la luz en tonalidades nunca vistas y confió al ojo del espectador la tarea de componer las formas y los colores. Los invito a compartir una brevísima muestra de obras pictóricas que brindaron testimonio de ese alegre, fugaz y despreocupado tiempo.
A esta fase histórica de expansión sin precedentes e inicio de la cultura moderna en Argentina podríamos considerarla desde 1890 hasta los años treinta, por el motivo de que la Primera Guerra Mundial no la afectó en la contienda militar, al contrario, se diría que la benefició económicamente como subsiguientemente pasó con la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto la Belle Époque no tuvo interrupción en mi país y la fiesta continuó integrando una nueva clase social, la burguesía. Edificios públicos, palacios y mansiones al mejor estilo europeo, iluminación eléctrica, una red férrea de comunicación ejemplar y eficiente, el subte, el auto, y grandes estructuras de hierro y vidrio como las estaciones del ferrocarril hicieron de Buenos Aires un jolgorio con mucha marcha. Diría que en ese momento se llegó al punto cúlmine de la sofisticación y todavía hoy las refinadas construcciones emblematizan la elegancia de la Ciudad.
Acorde al signo de los tiempos, asimismo el arte se modificó y cambió de horizontes. La pintura descompuso la luz en tonalidades nunca vistas y confió al ojo del espectador la tarea de componer las formas y los colores. Los invito a compartir una brevísima muestra de obras pictóricas que brindaron testimonio de ese alegre, fugaz y despreocupado tiempo.
Estudio de desnudo (Louly) - Severo Rodríguez Etchart |
La Rambla de Mar del Plata en 1912, por Eugenio Álvarez Dumont |
Retrato del Presidente Carlos Pellegrini en 1907 obra de Filippo Galante |
Detalle de una obra de Alphonse Mucha, alma del Art Nouveau |
Baile en el Moulin Rouge en 1890, por Henri de Toulouse-Lautrec |
Ball for St. Petersburgh Nobility, Febrero 23, 1913 por Kardovsky |
Central Dome of the Gallerie des Machines, Exposition Universelle de Paris, 1889 - Obra de Louis Béroud |
Llegó la Primavera, por Ernesto de la Cárcova |
Patita Enferma, por Camillo Innocenti |
Les Belles de nuit au Jardin de Paris, circa 1905 por Jean Béroud |
Louis Pasteur en su laboratorio, en 1885 por A. Edelfeldt |
París en 1897. Boulevard Montmartre, obra de Camille Pissarro |
Figurín, obra de Francesco Parisi |
Five Hours at Paquin's, obra de Henri Gervex. 1906 |
Cléo de Merode en el Salón de París, obra de Carlos Vázquez Úbeda |
Dama en el Jardín, por Ernesto de la Cárcova |
Mural de la serie "Belle Époque", obra del muralista Jorge Magnani |
Le Moulin de la Gallette - Renoir |
Baile en Bougival - Renoir |
El Almuerzo de los Remeros - Renoir |
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