William Shakespeare, Jane Austen, Charlotte y Emily Brontë, y la novelista infantil Frances Hodgson Burnett, entre otros, utilizaron el lenguaje de las flores en sus escritos, a menudo como alegoría de la femineidad. Pero las flores poseen un -literalmente- amplísimo lenguaje, aunque hoy en día permanezca casi olvidado.
Todo comenzó en la Era Victoriana cuando se reforzó la autoridad moral y proclamar los sentimientos en público fue considerado tabú, por lo tanto los súbditos se inspiraron y expresaron intimidad a través de poéticos pimpollos.
Los arreglos florales se convirtieron en un medio de comunicación para enviar mensajes codificados, sirviendo para demostrar emociones que de otro modo nunca se hubieran podido declarar.
Aprender los significados particulares y el simbolismo asignado a cada una de ellas era una manera de jugar el juego sutil del cortejo en secreto, incluso hay simbolismo en el color. Sin embargo, algunas plantas se usaban para enviar mensajes negativos. El aloe representaba amargura; los rododendros, peligro.
No conocemos ya la complejidad de aquel espléndido sistema pero por lo menos sabemos que las rosas rojas implican amor romántico y los tulipanes, pasión y nos queda el consuelo de observar algunas obras de arte que inmortalizaron aquellos idos tiempos.
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