Miro las fotos, me obstino en el recuerdo de las nubes rosadas en el bosque al atardecer; pienso también en que a pesar de las diversas estrategias para evitar el derrumbe, el castillo de arena que construimos sucumbió, se fue tras el azul profundo para vivir una aventura con aquella fatídica estrella de marfil.
Las hamacas que querían llegar al cielo, los bigotes de helado, las tardes de mate y churros, el barrilete naranja con orejas de conejo y los anocheceres tardíos han quedado atrás. Decidieron quedarse a vivir en el temporal Reino del Verano, esa delicia de la vida que ya se fue.
Los recuerdos felices y divertidos sin duda permanecen anhelantes aunque me doy cuenta también que me gusta cambiar de estación, de otro modo circularía por la vida y la naturaleza sin matices, desgastada por la obviedad de las cosas. En fin, el Verano terminó pero continúa intacto el romance del imparable carrousel del tiempo, los cuentos y la magia.
Las hamacas que querían llegar al cielo, los bigotes de helado, las tardes de mate y churros, el barrilete naranja con orejas de conejo y los anocheceres tardíos han quedado atrás. Decidieron quedarse a vivir en el temporal Reino del Verano, esa delicia de la vida que ya se fue.
Los recuerdos felices y divertidos sin duda permanecen anhelantes aunque me doy cuenta también que me gusta cambiar de estación, de otro modo circularía por la vida y la naturaleza sin matices, desgastada por la obviedad de las cosas. En fin, el Verano terminó pero continúa intacto el romance del imparable carrousel del tiempo, los cuentos y la magia.
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