En la bonita Iglesia de Saint Paul, en Baltimore, se leen las siguientes sabias y antiguas reflexiones; está bueno recordarlas de vez en cuando:
"Camina plácidamente entre el ruido y la prisa y recuerda que la paz también puede existir en el silencio.
Vive en buenos términos con todas las personas, todo lo que puedas, sin rendirte.
Dí tu verdad tranquila y claramente, escucha a los demás, incluso al aburrido y al ignorante, ellos también tienen su historia.
Evita las personas ruidosas y agresivas, afligen al espíritu.
Si te comparas con otros, puedes volverte vanidoso o amargo, porque siempre habrá personas más grandes o más pequeñas que tú.
Disfruta de tus logros, así como de tus planes.
Mantén el interés en tu propia vocación que, aunque sea humilde, es una valiosa posesión en las variantes fortunas del tiempo.
Usa la precaución en los negocios porque el mundo está lleno de trampas, pero no por esto te ciegues a la virtud que pueda existir ya que mucha gente aún lucha por altos ideales y, en todas partes, la vida esta llena de heroísmo.
Sé tú mismo y, especialmente, no finjas afectos, tampoco seas crítico con respecto al amor porque frente a toda aridez y desencanto el amor es perenne como la hierba.
Recoge mansamente el consejo de los años renunciando generosamente a los dones de la juventud.
Nutre tu fuerza espiritual para que te nutra en la desgracia repentina, pero no te angusties con fantasmas. Muchos temores nacen de la fatiga y la soledad.
Junto con una sana disciplina, sé amable contigo mismo.
Tú eres una criatura del universo, no menos que los árboles y las estrellas: tú tienes derecho a estar aquí.
Y, te resulte evidente o no, el universo se desenvuelve como debe, por lo tanto mantente en paz con Dios.
De cualquier modo que lo concibas y cualesquiera sean tus trabajos y aspiraciones, mantén - en la ruidosa confusión - paz en tu alma.
Con todas sus farsas, trabajos y sueños rotos, este sigue siendo un mundo hermoso. Esfuérzate por ser feliz" .
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