viernes, 26 de noviembre de 2021
Childe Hassam y las Impresiones de la Belleza
miércoles, 24 de noviembre de 2021
La Atmósfera y la Impresión Subjetiva de Lesser Ury
domingo, 21 de noviembre de 2021
El Greco y la Pintura de lo Imposible
Domenikos Theotokopoulos, mejor conocido como El Greco, (nació en 1541 en Creta y dió su último suspiro el año 1614 en Toledo, España) fue maestro de la pintura española; su estilo dramático y expresionista altamente individual se encontró con la perplejidad de sus contemporáneos que lo consideraban extravagante, afortunadamente ganó una nueva apreciación en el siglo XX.
Actualmente es considerado como uno de los pintores más destacados del Renacimiento español. Sus pinturas son famosas por la intensidad espiritual y el uso de figuras alargadas radicalmente escorzadas, representadas en tonos de piel a menudo brillantes y antinaturales.
Formado inicialmente en Grecia como pintor de íconos bizantinos, el artista se trasladó a Italia en 1567, donde estudió con los pintores venecianos renacentistas Tiziano y Tintoretto. Una década más tarde se instaló en Toledo, donde pasó el resto de su vida y pintó obras célebres.
Dicen que tenía un trastorno de la visión que hizo que ocurriera el alargamiento de sus figuras; algunos podrían pensar en esta alteración como algo negativo pero, en cambio, gracias a ese toque se pueden reconocer sus obras en un segundo, y eso es lo que más busca un artista: identidad.
El Greco es un artista espiritual y perfecto. Dejó un efecto duradero en el mundo artístico, cambiando la dirección del arte de alguna manera. Su estilo es exploratorio y libre, a veces irreal y expresa una espiritualidad única.
Cristo abrazado a la Cruz |
Pentecostés |
El Expolio |
El caballero de la mano en el pecho |
Muchacho soplando una vela |
La Trinidad |
El entierro del señor de Orgaz |
jueves, 18 de noviembre de 2021
John George Brown, el Pintor de los Hijos de los Pobres
John G. Brown nació y estudió arte en Inglaterra, pero eran tiempos muy complicados en su tierra natal y a sus veintitantos, en 1853, tomó la decisión de emigrar a los Estados Unidos.
Ya en el nuevo mundo, en su flamante destino, alcanzó el éxito como pintor. Esto fue por sus detalladas y sentimentales representaciones de la gente en los centros de inmigrantes. Pintó a los niños y jóvenes de la calle, a los músicos callejeros, a los vendedores, a los limpiabotas y a los sirvientes.
Eran años difíciles para ser un niño en la Gran Manzana. Había miles de menores que vagabundeaban de aquí para allá, abandonados, sin familia, otros que habían quedado solos tras la Guerra de Secesión que finalizó en 1865 y que debían arreglárselas para sobrevivir, como también aquellos que, si bien tenían hogar, debían trabajar para ayudar a su familia de migrantes, fueran del campo o del exterior, que llegaban a una ciudad que comenzaba a crecer a un ritmo frenético y producía más desigualdad que oportunidades.
Brown conocía en carne propia las injusticias del mundo; por aquel entonces el trabajo infantil era aceptado. No existían todavía en la conciencia social los Derechos del Niño.
El artista optó por no reflejar la realidad de sus vidas; los hizo parecer pintorescos, alegres e ingeniosos. Esto hizo que sus obras fueran muy populares entre el público lo que lo convirtió en uno de los más famosos pintores de género de finales del siglo XIX.