Martín Fierro, genuino representante del país |
Es el nombre del poema gauchesco del escritor y periodista José Hernández que fue publicado en dos partes: El Gaucho Martín Fierro (1872) y La Vuelta de Martín Fierro (1879). Hernández rinde en su magna obra un insuperable
homenaje al Gaucho, héroe nacional y emblema de la argentinidad.
El lenguaje del libro es un claro exponente del habla rural y fue traducido a más de 70 idiomas, incluidos el quichua y
el esperanto.
La obra relata el carácter independiente, heroico y sacrificado del gaucho, otorgándole su calidad de genuino representante del país. Fue escrita en 7210 versos octosílabos, y capta como ninguna otra el espíritu gauchesco narrando en primera persona las aventuras del protagonista y de diversos personajes secundarios; es considerado el Poema Nacional Argentino y es una obra maestra de la literatura universal.
Don José Hernández, realiza en su obra un riguroso alegato contra las injusticias a las que son sometidos los gauchos en manos de magistrados y militares, al tiempo que evoca un bucólico pasado por siempre desaparecido.
Resumen del Argumento
El mítico gaucho Martín Fierro debe abandonar su rancho, su mujer y sus dos hijos varones porque es reclutado forzadamente para luchar en las fronteras argentinas formando parte de las milicias, y a partir de ese hecho traumático se desencadenarán sus peripecias y su "pena extraordinaria".
Después de vivir en el fortín durante tres años, soportando miserias y humillaciones, deserta y se va a vivir con los indios. Se hace amigo del Sargento Cruz, otro desertor que le ha salvado la vida. Al regresar a su casa, encuentra que ha sido destruida y su familia se ha marchado. La desesperación lo empuja a unirse a los indios y a convertirse en un hombre fuera de la ley. En "La Vuelta de Martín Fierro" se reune por fin con sus hijos y vuelve a la sociedad, para lo que ha de sacrificar gran parte de su libertad.
Versos del Martín Fierro:
Primeras Estrofas
Primeras Estrofas
Aquí me pongo a cantar
Al compás de la vigüela;
Que el hombre que lo desvela
Una pena extraordinaria,
Como la ave solitaria
Con el cantar se consuela.
Pido a los Santos del Cielo
Que ayuden mi pensamiento;
Les pido en este momento
Que voy a cantar mi historia,
Me refresquen la memoria
Y aclaren mi entendimiento.
Vengan, santos milagrosos,
Vengan todos en mi ayuda,
Que la lengua se me añuda
Y se me turba la vista.
Pido a mi Dios que me asista
En una ocasión tan ruda.
Yo he visto muchos cantores
Con famas bien obtenidas,
Y que después de adquiridas
No las quieren sustentar:
Parece que sin largar
Se cansaron en partidas.
Cantando me he de morir,
Cantando me han de enterrar,
Y cantando he de llegar
Al pie del Eterno Padre.
Dende el vientre de mi madre
Vine a este mundo a cantar.
Que no se trabe mi lengua
Ni me falte la palabra
El cantar mi gloria labra
Y poniéndome a cantar,
Cantando me han de encontrar
Aunque la tierra se abra.
Segunda Parte: La Vuelta de Martín Fierro
Capítulo XXXII
Un padre que da consejos
Más que padre es un amigo;
Ansí como tal les digo
Que vivan con precaución:
Naides sabe en qué rincón
Se oculta el que es su enemigo.
Yo nunca tuve otra escuela
Que una vida desgraciada:
No estrañen si en la jugada
Alguna vez me equivoco,
Pues debe saber muy poco
Aquel que no aprendió nada.
Hay hombres que de su cencia
Tienen la cabeza llena;
Hay sabios de todas menas,
Mas digo, sin ser ducho:
Es mejor que aprender mucho
El aprender cosas güenas.
No aprovechan los trabajos
Si no han de enseñarnos nada;
El hombre, de una mirada,
Todo ha de verlo al momento:
El primer conocimiento
Es conocer cuándo enfada.
Su esperanza no la cifren
Nunca en corazón alguno;
En el mayor infortunio
Pongan su confianza en Dios;
De los hombres, sólo en uno,
Con gran precaución en dos.
Las faltas no tienen límites
Como tienen los terrenos;
Se encuentran en los más güenos,
Y es justo que les prevenga:
Aquel que defectos tenga,
Disimule los ajenos.
Al que es amigo, jamás
Lo dejen en la estacada,
Pero no le pidan nada
Ni lo aguarden todo de él:
Siempre el amigo más fiel
Es una conducta honrada.
Ni el miedo ni la codicia
Es güeno que a uno le asalten;
Ansí, no se sobresalten
Por los bienes que perezcan;
Al rico nunca le ofrezcan
Y al pobre jamás le falten.
Bien lo pasa, hasta entre pampas,
El que respeta a la gente;
El hombre ha de ser prudente
Para librarse de enojos:
Cauteloso entre los flojos,
Moderado entre valientes.
El trabajar es la ley,
Porque es preciso alquirir;
No se espongan a sufrir
Una triste situación:
Sangra mucho el corazón
Del que tiene que pedir.
Debe trabajar el hombre
Para ganarse su pan;
Pues la miseria, en su afán
De perseguir de mil modos,
Llama a la puerta de todos
Y entra en la del haragán.
A ningún hombre amenacen,
Porque naides se acobarda;
Poco en conocerlo tarda
Quien amenaza imprudente:
Que hay un peligro presente
Y otro peligro se aguarda.
Para vencer un peligro,
Salvar de cualquier abismo
-Por esperiencia lo afirmo-,
Más que el sable y que la lanza
Suele servir la confianza
Que el hombre tiene en sí mismo.
Nace el hombre con la astucia
Que ha de servirle de guía;
Sin ella sucumbiría:
Pero, sigún mi esperiencia,
Se vuelve en unos prudencia
Y en los otros picardía.
Aprovecha la ocasión
El hombre que es diligente;
Y, tenganló bien presente:
Si al compararla no yerro,
La ocasión es como el fierro:
Se ha de machacar caliente.
Muchas cosas pierde el hombre
Que a veces las vuelve a hallar;
Pero les debo enseñar,
Y es güeno que lo recuerden:
Si la vergüenza se pierde,
Jamás se vuelve a encontrar.
Los hermanos sean unidos
Porque esa es la ley primera;
Tengan unión verdadera
En cualquier tiempo que sea,
Porque, si entre ellos se pelean,
Los devoran los de ajuera.
Respeten a los ancianos:
El burlarlos no es hazaña;
Si andan entre gente estraña
Deben ser muy precavidos,
Pues por igual es tenido
Quien con malos se acompaña.
La cigüeña, cuando es vieja,
Pierde la vista, y procuran
Cuidarla en su edá madura
Todas sus hijas pequeñas:
Apriendan de las cigüeñas
Este ejemplo de ternura.
Si les hacen una ofensa,
Aunque la echen en olvido,
Vivan siempre prevenidos;
Pues ciertamente sucede
Que hablará muy mal de ustedes
Aquel que los ha ofendido.
El que desobedeciendo vive
Nunca tiene suerte blanda,
Mas con su soberbia agranda
El rigor en que padece:
Obedezca el que obedece
Y será güeno el que manda.
Procuren de no perder
Ni el tiempo ni la vergüenza;
Como todo hombre que piensa,
Procedan siempre con juicio;
Y sepan que ningún vicio
Acaba donde comienza.
Ave de pico encorvado
Le tiene al robo afición;
Pero el hombre de razón
No roba jamás un cobre,
Pues no es vergüenza ser pobre
Y es vergüenza ser ladrón.
El hombre no mate al hombre
Ni pelé por fantasía;
Tiene en la desgracia mía
Un espejo en que mirarse;
Saber el hombre guardarse
Es la gran sabiduría.
La sangre que se redama
No se olvida hasta la muerte;
La impresión es de tal suerte,
Que, a mi pesar, no lo niego,
Cai como gotas de juego
En el alma del que la vierte.
Es siempre, en toda ocasión,
El trago el pior enemigo;
Con cariño se los digo,
Recuérdenlo con cuidado:
Aquel que ofiende embriagado
Merece doble castigo.
Si se arma algún revolutis,
Siempre han de ser los primeros,
No se muestren altaneros,
Aunque la razón les sobre:
En la barba de los pobres
Aprienden pa ser barberos.
Si entriegan su corazón
A alguna mujer querida,
No le hagan una partida
Que la ofienda a la mujer:
Siempre los ha de perder
Una mujer ofendida.
Procuren, si son cantores,
El cantar con sentimiento,
Ni templen el estrumento
Por sólo el gusto de hablar,
Y acostúmbrense a cantar
En cosas de jundamento.
Y les doy estos consejos
Que me ha costado alquirilos,
Porque deseo dirigirlos;
Pero no alcanza mi cencia
Hasta darles la prudencia
Que precisan pa' seguirlos.
Estas cosas y otras muchas
Medité en mis soledades;
Sepan que no hay falsedades
Ni erro en estos consejos:
Es de la boca del viejo
De ande salen las verdades...
Sobre el Autor
José Rafael Hernández |
José Hernández fue un poeta y periodista argentino (San Martín, Buenos Aires, 10-XI-1834 - 21-X- 1886) que en su juventud abrazó la causa Federal, tomó parte en los enfrentamientos civiles de 1859- 1861 en el bando de Urquiza y contra Mitre. En sus artículos periodísticos denunció los abusos e injusticias en el reclutamiento de gauchos para las campañas contra el indio. En 1872, de esta atmósfera surgiría El Gaucho Martín Fierro, su más celebrada obra.
Fue redactor del periódico El Argentino y fundador del Río de la Plata, vivió exiliado en Brasil; de nuevo en Argentina, ingresó en el Partido Autonomista, por el que fue diputado en 1879-1881. El éxito inmediato de Martín Fierro lo impulsó a la publicación de una segunda parte, La Vuelta de Martín Fierro (1879), que en ediciones posteriores se ha publicado conjuntamente con la primera. Tanto en su obra periodística como poética, vinculada a la tradición gauchesca, tomó partido por la defensa del campo frente a la ciudad.
El día después de su muerte, publicó "El Diario": "La muerte sorprendió a José Hernández en pleno vigor físico e intelectual, pues nadie hubiera creído que el temperamento exuberante del más popular de los poetas nacionales, estuviese minado por un mal fatal e incurable. Es uno de esos acontecimientos que trasponen los límites de nuestro país y unen en un sentimiento de común dolor a todos los pueblos que bañan los grandes ríos nacionales".
La enfermedad que causó la muerte del autor del Martín Fierro, fue la miocarditis o inflamación de los músculos del corazón. Se cuenta que sintiéndose morir, le dijo a su hermano Rafael: -No hay que hacerse ilusiones. Esto está concluido...
Al fallecer, el cortejo fúnebre partió a las cuatro de la tarde de la quinta donde vivía, en la calle Santa Fe del barrio de Belgrano. Hizo uso de la palabra el General Lucio Mansilla, asistiendo al acto numerosas personalidades, senadores provinciales y multitud de público.
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