En los paseos con el perro, en la quietud de los jardines, en las calles y parques algo se transforma: esos espacios se ven humanizados por el petricor, la danza y pinceladas exuberantes de Ryan Brown.
Los cuadros transcurren en el instante preciso en que se encienden las farolas; el momento justo antes de que la noche sea completa. Las luces ámbar parpadean, bordeando caminos y filtrándose en callejones, creando una atmósfera cargada y evocadora.
La singularidad es que las imágenes transmiten al mismo tiempo calidez y frío.
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