Isidoro Cañones |
Todos quisiéramos ser él en algún momento de nuestra vida; -"Dejámelo a mí"- decía el siempre exquisito Isidoro Cañones, inolvidable personaje de historieta creado por Dante Quinterno en 1935 y que encarna al playboy porteño por excelencia. Canchero y divertido, una de las razones del éxito del emblemático personaje se debe a que Isidoro tiene una vida llena de tentaciones. Representa al prototipo del hombre de la noche, el típico chanta porteño. Tiene todos los vicios de la vida fácil; es fanático de las carreras de caballos, los autos deportivos, el casino, el poker, el baile y las fiestas nocturnas con sus amigos.
Nadie sintetizó mejor al porteño y al argentino promedio; el gran Quinterno nos presenta a un chanta irresponsable pero increíblemente carismático, un frívolo que justificaba sus infames estafas para obtener guita, chapa y chicas. Sus compañeros carecen de iniciativa sin Isidoro, es un líder natural. Galán atrevido y transnochador, para él trabajar es casi ignominioso.
Nuestro protagonista vive en la mansión de su tío, el Coronel Urbano Cañones, quien está muy bien económicamente. El descarriado Isidoro goza de una pensión vitalicia que le otorgó su tío para darse todos los gustos, sus divertidas aventuras son ya inolvidables.
Exceptuando por los eternos sermones del Coronel, se podría decir que la vida de Isidoro es un festejo permanente; el tío lo quiere enderezar a los gritos y lo llama "tunante", "pelafustán", "botarate", en cambio Isidoro se refiere a su tío como "carcamán" u "oxidado". Es evidente que jamás van a poner de acuerdo ni tendrán un sólo punto en común, y ahí radica uno de los puntos más desopilantes de la historieta.
Su bebida favorita es el scotch. Vive de noche. Duerme de día. Viste los mejores trajes y ropa de moda y siempre está acompañado por las mejores modelos del momento y famosos del jet set. Su rutilante amiga Cachorra lo acompaña en sus negociados y estafas, Isidoro la conoció en un viaje a Mar del Plata, ciudad en la cual realizaba las mejores fiestas. Cachorra viene a ser la versión femenina de Isidoro pero ante los ojos del Coronel Cañones se muestra como una chica de familia, estudiosa y responsable.
Lo mejor de todo es que Isidoro se mete en líos para ganar dinero fácil u obtener algún beneficio personal pero siempre sale airoso de cualquier problema al final de la aventura. Las divertidísimas andanzas de Isidoro Cañones marcaron la vida de varias generaciones de argentinos quienes veían en el siempre joven Rey de la Noche a un ganador nato a quien todo le salía generalmente bien. Además creo que la identificación con el personaje se debe a que la historieta muestra una Buenos Aires real, identificable y a que -si bien Isidoro era tramposo y algo indolente- también era optimista y, en el fondo, de buen corazón.
Este personaje es argentino, pero podría ser el prototipo de cualquier hombre nuestro mundo (al menos de nuestros países). Pero es cierto que marca el ejemplo de lo que es el ser humano en nuestra civilización.
ResponderEliminarDónde está la clave??? En algo que creo que muy pocas personas llegan a entender. La clave es que en este mundo se persigue el éxito, la fama y la acumulación de propiedades. Y para conseguirlo hay competir, luchar y quedar por encima de otros seres humanos. Toda una vida dedicada sobresalir, a quedar por encima para poder destacar y tener ventaja.
El problema es que una vida dedicada a competir es una vida en la que se siembra el daño, la insolidaridad, la falta de caridad, la traición, la difamación... Y el fruto de toda esa siembra es la soledad más absoluta. No es la soledad de estar solo, es la soledad de no ser amado. Y esa soledad, además de marchitar el alma de quien la vive, le va amargando la vida hasta reventar, hasta darse cuenta de que ha vivido una vida que no vale nada. Hasta sentir un terrorífico frío que no puede desprenderse del ser que siente esa soledad.
No nos damos cuenta en este mundo de que la peor hambruna del ser humano es la que afecta a su alma. Y es que el alma necesita de amor, de abrazos, de caricias, de palabras bellas y bondadosa, de ilusiones, de inocencia, de sinceridad, de humildad, de protección, de cuidados...
Y eso solo se consigue con esa máxima de Jesucristo que dice, ama al prójimo como a ti misma. es una invitación a cuidar de los demás como querría ser cuidado uno mismo. Y es sabiduría máxima. Si no nos amamos a nosotros mismos, no sabremos amar a los demás. Pero si no amamos con delicadeza a los demás, no sabremos cuidarnos a nosotros mismos.
Creo saber por qué el ser humano es tan torpe para crear conexiones de amor, de fraternidad, de cuidado mutuo. Pero la realidad es que los seres humanos adultos somos especialmente torpes para conseguirlo. Cuando perdemos la inocencia, perdemos también la capacidad para sentir y cuidar del estado anímico de otra persona. Es como si nuestra alma se volviera ciega o perdiera mucha vista. Y luego está nuestro orgullo-vanidad, nuestras expectativas, etc... que tienen el mismo efecto.
Al final, la belleza de una vida está en esa máxima de amor de Jesucristo: cuidar y ser cuidados; comprender y ser comprendidos; perdonar y ser perdonados; abrazar y ser abrazados; amar y ser amados... En definitiva, crear conexiones especiales de afecto mutuo, de comprensión, de generosidad, de alegría e ilusión. Algo que es muy difícil encontrar en este mundo tan competitivo. Algo que es imposible de encontrar en personas como Isidoro.
Por eso no me sorprende todo lo que dices aquí, tan genialmente desmenuzado y explicado; y tan claramente denunciado. Y con lo que estoy tan rotundamente de acuerdo. Pero sigo sin entender por qué los seres humanos somos tan estúpidos como para no dar más cariño y comprensión, no ayudarnos más, no hacernos la vida más fácil. Por qué seguimos siendo tan torpes de no coger el camino que nos puede hacer felices???
Un enorme abrazo, querida amiga!!!
P.S.: Y por qué no recuperamos la inocencia, tan sana, tan honesta y tan generosa!!!!