sábado, 3 de junio de 2017

Lord Byron, Cumbre del Romanticismo

Lord Byron (1788-1824)

George Noel Gordon Byron fue un talentoso y controvertido poeta inglés. Descendiente de una ilustre pero arruinada familia aristocrática, hereda el título de Lord de un tío suyo y gracias a ello gozó de una esmerada educación. 
En su corta vida buscó denodadamente la felicidad y su obra es la cumbre del romanticismo.
Byron fue un joven de espíritu sensible y melancólico pero también rebelde, orgulloso y de osada personalidad, por lo que se creó fama de escritor maldito.
A los 19 años publicó su primer libro de poemas Horas de Ocio y un periódico escocés lo criticó negativamente, entonces él contraatacó con una sátira llamada Bardos Ingleses y Críticos Escoceses, y se convirtió en su primer éxito.
Al cumplir los 21 años emprendió un viaje por el Mediterráneo ya que en la Cámara de los Lores no encajaba alguien tan liberal como él.
Al volver de este viaje por España, Grecia y Turquía publicó La Peregrinación de Childe Harold, donde este joven y bello escritor contaba aventuras amorosas con tintes autobiográficos entre exhuberantes y alegres paisajes que entusiasmaron a todo el mundo en Gran Bretaña, su éxito fue inmenso, y se convirtió en el invitado obligado en toda fiesta londinense.
Aunque tenía un pequeño defecto al caminar, su éxito y su figura lánguida y hermosa le permitían tener incontables aventuras amorosas, era considerado un verdadero bocatto di cardinale.
Pero escandalizó a Gran Bretaña por no reprimir jamás sus deseos, y en un intento por mejorar su imagen y sentar cabeza se casa a los 27 años con Annabella Milbanke pero, como Byron era libertino, individualista y un narcisista siempre insatisfecho la cosa no funcionó, porque se le hacía difícil mantenerse fiel siendo el hombre más deseado; su mujer lo abandona con su pequeña hija Augusta Ada en medio de un escándalo porque además se descubrió que era amante de su propia medio hermana.
Hostigado por la sociedad, es acusado de sodomía, incesto y antipatriotismo y en 1816 debe abandonar Inglaterra a donde ya nunca volverá y reside poco tiempo en Bélgica y Suiza antes de instalarse en Italia.
En Suiza conoce a Claire Clairmont, hermanastra de Marie Shelley, y quien, locamente enamorada de Byron, lo persigue a Europa.
Del breve romance nacería Allegra, quien moriría a los 5 años mientras estaba bajo la custodia de Byron en Italia. Clairmont dijo que Byron le había dado "diez minutos de felicidad y una existencia desgraciada".
En Italia conoce a su última amante, la condesa Guiccioli que lo introdujo en la Carbonería, un movimiento secreto que pretendía liberar al país del yugo austríaco.
Tambien participó en la revuelta del pueblo griego y organizó una expedición para librar la fortaleza de Lepanto del poder turco. Los griegos lo adoraban y lo nombraron gobernador general de los insurrectos, pero Byron enferma gravemente de fiebre reumática y muere a los 36 años, dejando a los griegos desolados.
El féretro de Lord Byron fue transladado a Londres, pero las autoridades no permitieron que fuera enterrado en la Abadía de Westminster y recibió sepultura cerca de la mansión familiar.
Sin embargo, el corazón de este paradigma del individualista romántico nunca regresó a Gran Bretaña: los griegos se lo habían extraído del cadáver y enterrado en Missolonghi.
En 1969, en una especie de homenaje póstumo, se instaló en Poet's Corner (Abadía de Westminster) un monumento en su honor y se lo reconoció como uno de los principales exponentes del Romanticismo.
Un último datito: la hija mayor de Byron fue una genia matemática, se llamaba Augusta Ada King, Condesa de Lovelace, y colaboró en construir las computadoras que usamos hoy en día. En honor a ella un lenguaje de programación lleva su nombre, ADA.


Acuérdate de Mí

Llora en silencio mi alma solitaria,
excepto cuando está mi corazón
unido al tuyo en celestial alianza
de mutuo suspirar y mutuo amor

Es la llama de mi alma cual lumbrera,
que brilla en el recinto sepulcral:
casi extinta, invisible, pero eterna...
ni la muerte la puede aniquilar

¡Acuérdate de mí!... Cerca de mi tumba
no pases, no, sin darme una oración;
para mi alma no habrá mayor tortura
que el saber que olvidaste mi dolor

Oye mi última voz. No es un delito
rogar por los que fueron. Yo jamás
te pedí nada: al expirar te exijo
que vengas a mi tumba a sollozar

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