Carlo Crivelli (c. 1430–1495) fue un pintor del Renacimiento italiano, célebre por su estilo inconfundible que entrelaza elementos góticos con la perspectiva y la profundidad características del Quattrocento.
A diferencia de otros artistas de su tiempo que perseguían un realismo anatómico, él cultivó un lenguaje visual propio, marcado por colores intensos, profusión de detalles decorativos y un notable uso del trompe-l'œil (trampantojo), con sorprendentes efectos ópticos.
Su estilo extravagante contrastaba con la sobriedad de sus contemporáneos florentinos. Mientras en Florencia predominaban la armonía y el equilibrio, Crivelli apostaba por una estética más dramática y ornamental: frutas, cintas, flores y filigranas doradas aparecen como bordados sobre la superficie pictórica.
Crivelli desarrolló su carrera lejos de los grandes centros artísticos. Su obra floreció principalmente en la región de Las Marcas, donde el fervor religioso encontró en él a un intérprete ideal.
Un rasgo muy comentado en sus composiciones son los dedos alargados de sus figuras, especialmente en imágenes sacras como la Virgen María. Algunos historiadores del arte han interpretado este recurso como una búsqueda de "delicadeza mística", o incluso como símbolo de elevación espiritual.
Aunque su enfoque decorativo no se alineó con las corrientes más clásicas del Renacimiento, hoy su legado es valorado por la originalidad y la minuciosidad con que trató cada elemento.