jueves, 16 de agosto de 2018

Paul Gauguin, el Pintor que Huyó al Paraíso

Paul Gauguin  (1848-1903)

"Llegará un día -quizá muy pronto- en que me enterraré en los bosques de alguna isla de los mares del Sur, y viviré allí en éxtasis, en paz, con mi arte, rodeado de una nueva familia, lejos de Europa y de las luchas por el dinero". Estas duras palabras fueron escritas por el pintor a su esposa Mette, la madre de sus cinco hijos. Paul Gauguin, rebelde autodidacta de biografía apasionante, que creía fervientemente en su genialidad, recaló en una familia que influyó enormemente en su carácter inquieto. Su padre era un periodista de ideas republicanas; su abuela materna, Flora Tristán, una criolla peruana que se convirtió en una de las grandes personalidades del marxismo y el feminismo francés. Con o sin fundamento, Flora manifestaba ser, por una parte, descendiente del virrey de Perú que ordenó el primer viaje a las islas Marquesas, y por otra, de una noble estirpe inca.

"Visión después del Sermón"

"El Escultor Aube y su Hijo"

Gauguin jamás dudó de que por sus venas fluía el exotismo y le encantaba mostrarse como un salvaje civilizado. Tras pasar unos años de su infancia en Lima, donde sus padres se habían refugiado en tiempos del emperador Napoleón III, aquel joven dio la vuelta al mundo empleado como marino en barcos mercantes.
A los 22 años decidió sentar cabeza,  e inició una exitosa carrera como agente de bolsa en París, se casó, tuvo cinco hijos... pero poco iba a durar aquella vida hogareña. La larva de la pintura se había instalado en él. Primero, como un pasatiempo. Luego, su naturaleza agreste lo impulsó a dejarlo todo por su gran pasión.
 
"El Cuidador de Cerdos"

"El Baile de las Cuatro Bretonas"

"La Bella Ángela"

El bullicioso París artístico de finales del siglo XIX era un lugar para alcanzar la gloria o un lugar para hundirse en la miseria y la desesperanza. En ese torbellino imparable un pintor podía ser catapultado al cielo o condenado al infierno. Las nuevas tendencias se sucedían incesantemente, como en un carrousel imparable y en aquella avalancha era muy fácil pasar desapercibido, no lograr el favor de la crítica o no vender ni un sólo cuadro. De este París vanidoso y cruel huía en 1891 Paul Gauguin. Su destino: el paraíso, Tahití, en la Polinesia francesa.
Sintiéndose profundamente incomprendido, Gauguin dejaba atrás en París un reguero de trifulcas y casi ningún cuadro vendido. Su peculiar visión artística y su temperamento no le granjearon demasiados amigos.  A sus diferencias con Pissarro, Manet, Monet, Cézanne y Degas, hay que agregar la bronca más famosa:  fue con Van Gogh, en esa ocasión en que éste último, desesperado, se automutiló una oreja.

"Ronda de las Pequeñas Bretonas"
 
"Vincent van Gogh pintando Los Girasoles"

"Los impresionistas buscan lo que está cerca del ojo, y no los misteriosos centros del pensamiento. Tiene que existir alguna fórmula de plasmar los pensamientos en un formato distinto a la literatura".
Cuando pintó su Autorretrato con Cristo Amarillo usando ese color y con cuatro trazos abstractos se produjo una conmoción "¡¿Por qué amarillo?!" Así fue como Gauguin puso los cimientos a los que los críticos consideraban "arte egoísta" y hoy llamamos arte contemporáneo: el triunfo de la visión personal.

"El Cristo Amarillo"

"Autorretrato con el Cristo Amarillo"

En la Polinesia trató de mitigar su frustración por el escaso éxito de su arte pero también encontrar  la inspiración definitiva para depurar su pintura embriagándose de una cultura ancestral, mágica e incorrupta por el progreso. Pero lo logró a medias, ya que en Papeete se celebraba el 14 de julio con el mismo entusiasmo que en Francia. De allí pasó a Mataïea, donde creyó ahí sí, definitivamente, encontrar un ambiente salvaje y puro... pero los nativos habían sustituido sus mágicos ritos ancestrales por el cristianismo. A Gauguin le quedó claro que debería inspirarse en su propia imaginación aunque no rehuyó a interpretar la iconografía cristiana. Provocador, a El Nacimiento de Cristo lo plasmó como un cotidiano parto local.

"El Nacimiento de Cristo"

Los nativos lo consideraban su amigo, pero en cambio los europeos lo detestaban por sus ideas. En 1893 el pintor regresó a Francia. Degas, uno de los pocos pintores que, pese a sus diferencias, apreciaba su arte le consiguió un lugar para exponer. El fracaso de crítica y público fue rotundo. Una de las pocas voces que se alzaron a su favor fue la del escritor Stéphane Mallarmé, pero en general nadie entendía sus cuadros.

Retrato de Jeanne Goupil

"Jinetes en la Playa"

Amargado, con gran afición al alcohol, con problemas cardíacos y enfermo de sífilis regresa a Tahití. Allí pintó más intensamente que nunca, aunque a veces debía emplearse en la administración francesa para costearse las medicinas. Su pintura se volvió cada vez más alegórica y el dibujo ya se acercaba al arte abstracto.

"Mujeres de Tahití"

"Aguas Deliciosas"

"Arearea"

La famosa obra ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos? fue el testamento artístico del pintor. Después de pintar este cuadro intentó quitarse la vida con arsénico, pero sobrevivió y se mostró molesto por tener que explicar la idea del cuadro. Dijo que cuando un crítico no encuentra referentes históricos o pictóricos no entiende nada, y que no tiene él por qué abrir los ojos al gran público. Pero en diferentes cartas da algunas interpretaciones: "He hecho una obra filosófica temáticamente similar al Evangelio". El cuadro representa a doce figuras humanas más un ídolo pero para siempre quedó, sin embargo, su críptico mensaje, su visión del sentido de la vida. Un título con tres preguntas que se corresponden a tres grupos de personas, las tres edades del ser humano. Todo un ejercicio de meditación para el espectador porque, como escribió Gauguin, "explicaciones y símbolos obvios conferirían al lienzo una triste realidad. Y las tres preguntas dejarían de ser un poema". El cuadro se lee de derecha a izquierda, al revés de la costumbre occidental de escritura.

"¿De dónde Venimos? ¿Quiénes Somos? ¿ Adónde Vamos?"

Gauguin no sólo pintó, fue también un escultor y un tallador reputado. Además en Tahití ejerció el oficio de su padre, el periodismo y fundó un periódico satírico, La Sourire. También escribió e ilustró libros y a sus memorias tituladas Avant et Aprés la comenzó con la frase "Esto no es un libro..." que luego se haría archifamosa cuando Magritte, años más tarde, tituló a su cuadro más famoso "Esto no es una pipa". En 1901, inicia el tramo final de su vida, se instala en la isla marquesa Hiva Oa y aquí pinta una de sus últimas grandes obras maestras: El Vado.

"El Vado"

Paul Gauguin, el bohemio pintor que pasó gran parte de su vida buscando el paraíso se entregó a la muerte en 1903. A su lado sólo estaban un hechicero maorí y un sacerdote protestante.

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