martes, 11 de octubre de 2016

Cristóbal Colón, el Descubridor sin Gloria

"Varón Ilustre y Distinguido Cristóbal Colón"

El origen del genial visionario y descubridor de América es oscuro, posiblemente por obra de él mismo y de su primer biógrafo, su hijo Hernando, que querían disimular una procedencia humilde, dando paso a hipótesis más o menos fantasiosas.
La más probable lo identifica con Cristóforo Colombo, nacido en Génova en 1451 en el seno de una familia de tejedores y pequeños comerciantes. El joven Cristóbal Colón (forma castellanizada de su nombre) se inició en las actividades comerciales. Como grumete o como agente de casas comerciales, fue formándose como hombre de mar en las galeras genovesas que surcaban el Mediterráneo. Parece que hacia 1472 ya tenía mando sobre una nave, y también participó en actividades de corso.
Llegó a Portugal tras naufragar su barco en un ataque de corsarios y se estableció en el país, donde se casó con Felipa Perestrello Moñiz, hija del navegante y colonizador Bartolomé Perestrello, unión de la que nacería su hijo Diego. Rehizo su carrera como marino y comerciante al servicio de los Centurione y viajó hasta Inglaterra e Islandia y los archipiélagos de Madeira, Azores y Canarias. Por esta época empezó a desarrollar su certeza de que existían unas tierras al oeste de estas islas, más allá del océano.
Se dice que obtuvo información de primera mano de algún marino o de indígenas que encontró en sus viajes, o que él mismo había hecho un "predescubrimiento" antes de alcanzar notoriedad. Lo cierto es que Colón empezó a estudiar náutica, geografía y cartografía, además de libros de viajes y obras proféticas, por lo que llegó a adquirir una formación teórica amplia que combinó con experiencia práctica e insaciable curiosidad.
Es posible que se carteara con el geógrafo florentino Toscanelli, de quien recogió la idea de que se podía llegar a la isla de Cipango (Japón) y el reino del Gran Khan o  Catay (China), descritos por Marco Polo, atravesando el océano por el oeste.
Con cálculos más o menos errados y con una gran fe en sí mismo, Colón se dirigió a la corte portuguesa en busca de patrocinio. Pero el rey Juan II rechazó los planes colombinos para llegar a la India por el oeste, porque ya estaban en marcha los planes para hacerlo por el este circunnavegando África, además de que las estimaciones de Colón se juzgaron erradas y sus pretensiones, desmedidas.
Al año siguiente, Colón, ya viudo, acudió a Castilla con una propuesta similar.
Los Reyes Católicos lo recibieron en 1486 pero llevaron a la larga sus proyectos, por motivos parecidos a los de los portugueses, además de estar empeñados en la guerra de Granada.
Colón pasó los años 1487 y 1488 pendiente de la corte, entre Córdoba y Sevilla.
En Córdoba mantuvo relaciones con Beatriz Enríquez de Arana con la que tuvo a su hijo Hernando. Desesperado, su hermano intentó obtener el apoyo de la corte francesa, mientras Cristóbal presentaba sus proyectos a los duques de Medina Sidonia y de Medinaceli. Pero para entonces ya había cambiado su suerte en la corte castellana.
Sus amigos franciscanos del monasterio de La Rábida habían intercedido en su favor, y también algunos cortesanos aragoneses. Al final, los Reyes Católicos se convencieron de la viabilidad del proyecto, además de verse libres ya de sus obligaciones bélicas.
En el campamento de Santa Fe se firmaron las Capitulaciones de Santa Fe, en las que se acordaba el apoyo regio en la organización y financiación de la expedición, y se hacían concesiones a Colón: cargo de almirante, vitalicio y hereditario, en las tierras que descubriera o tomara, cargo de virrey y gobernador (revocable) para las mismas tierras, la décima parte de las ganancias que se obtuvieran en ellas y el derecho a financiar una octava parte de todas las expediciones ulteriores, recibiendo una octava parte de los beneficios.

El Viaje del Descubrimiento

Almirante Cristóbal Colón pisa suelo americano

En mayo, Colón estaba en Palos de Moguer, preparando la expedición. Consiguió armar las carabelas Pinta y Niña y la nao Santa María. El mayor problema fue encontrar a la tripulación porque su idea parecía descabellada. La solución llegó cuando Martín Alonso Pinzón volvió de un viaje a Italia y conoció a Colón. El proyecto lo entusiasmó tanto que arrastró consigo a parte de su familia y a muchos otros hombres.
Por fin, el 3 de agosto de 1492, la pequeña flota salió de puerto. Hicieron escala en las Canarias, para cargar agua y víveres y reparar el timón de la Pinta. El 8 de septiembre se hicieron de nuevo a la mar, rumbo al oeste. A lo largo de la travesía del océano, Colón, para evitar que la tripulación se alarmara por un viaje demasiado largo, falseó el cálculo de la distancia recorrida. Pero los pilotos habían hecho sus propios cálculos y la marinería se intranquilizaba. En la noche del 6 al 7 de octubre se produjo un primer motín en la Santa María. Los hermanos Pinzón ayudaron a Colón a restablecer la calma, y siguiendo la sugerencia de Martín Alonso, desvían el rumbo un poco hacia el sudoeste. Pero tres días después seguían sin llegar a Cipango, y la escuadra entera planteó a Colón un ultimátum: si en tres días no avistaban tierra, darían media vuelta.
La noche del 11 al 12 de octubre, el marinero Rodrigo de Triana avistó tierra.
Era la isla de Guanahaní, bautizada por Colón como San Salvador, a la mañana siguiente tomó posesión de ella en nombre de los reyes.
Encontraron indígenas amables y vegetación exuberante, pero ni rastro de las riquezas de Oriente, así que continuaron explorando. Atravesaron el archipiélago de las Bahamas y el 28 de octubre llegaron a Cuba, bautizada como Juana. El 6 de diciembre llegaron a Haití (La Española), donde el 24 encalló la Santa María. Colón construyó con sus restos el Fuerte Navidad, y dejó allí a 39 hombres con víveres para más de un año.
El 16 de enero, la Pinta y la Niña emprendieron el regreso.
Colón llegó a Lisboa el 4 de marzo de 1493, donde se entrevistó con Juan II y el 15, a Palos de Moguer. En abril se presentó ante los reyes en Barcelona donde les mostró sus hallazgos,  algo de oro, frutos, animales exóticos y algunos indios, lo que movió a la reina a impulsar su conversión.
El rey Fernando, por su parte, se apresuró a entablar negociaciones con el papa Alejandro VI, para asegurarse la posesión de las tierras recién descubiertas frente a las pretensiones de los portugueses pero las cuatro bulas de donación y demarcación expedidas por el Papa no detuvieron la frenética carrera entre ambas monarquías por ampliar sus dominios, hasta la fijación de las respectivas áreas de expansión ultramarinas en el Tratado de Tordesillas (1494).

Los Otros Tres Viajes de Colón

Cristóbal Colón presenta Indígenas ante los Reyes Católicos

El 25 de septiembre de 1493, Colón volvía a partir hacia el oeste, esta vez al mando de 17 buques y 1.200 hombres, entre los que se contaban muchos soldados, lo que hace pensar que, más que una colonización en toda regla, se pretendía asegurar el control castellano de las nuevas tierras. En 21 días avistaron la isla Deseada, donde el almirante había esperado encontrar tierra la primera vez, y recorrieron varias de las pequeñas Antillas hasta Puerto Rico. En La Española, Colón encontró Fuerte Navidad destruido y a sus ocupantes, muertos, por lo que fundó una nueva localidad, Isabela, un poco más al este pero el clima extraño y la escasez de alimentos hicieron difícil la aclimatación de los nuevos pobladores.
Desde allí, Colón envió unas naves a explorar la tierra firme (posiblemente las costas de Colombia y Venezuela), mientras él circunnavegaba Cuba y Jamaica, convenciéndose de que tampoco aquéllas eran el continente asiático. En la Isabela se reunió con su hermano Bartolomé, al que dejó a cargo del gobierno mientras él volvía a España para hacer frente a las quejas de despotismo y mal gobierno que habían surgido entre los colonos. En Castilla fue colmado de honores por los reyes, pero tardó en poder organizar otra expedición hacia las Indias, que él todavía identificaba con Extremo Oriente.
El 30 de mayo de 1498 salió de Sanlúcar de Barrameda, y parte de la flota se dirigió a La Española, mientras él se quedó con tres navíos para continuar las exploraciones.
Tras un penoso viaje, llegó a Trinidad el 31 de julio y se dirigió al continente. Exploró la costa en la desembocadura del Orinoco, que en su entusiasmo mesiánico identificó con el paraíso terrenal.
Mientras, las cosas iban de mal en peor en Santo Domingo, nueva capital de La Española, fundada por Bartolomé Colón en 1496. El descontento de los colonos con el gobierno de los Colón desembocó en una rebelión abierta, y los informes que llegaron a la corte, junto con los rumores de que había descubierto nuevas y más ricas tierras en su segundo viaje sin informar a la Corona, decidieron a los reyes a enviar a Francisco de Bobadilla como nuevo gobernador (1499). Ante la resistencia de los tres hermanos (Diego, Bartolomé y Cristóbal) a acatar las órdenes, Bobadilla los apresó y los envió a Castilla (agosto 1500). El almirante fue liberado, pero no recuperó sus cargos de virrey y gobernador, aunque sí algunos derechos económicos. Mientras, se sucedían las expediciones, y Colón consumía su paciencia en pleitos ante la corte.
En 1502, los Reyes Católicos volvieron a enviarlo a unas tierras que ya se daba por seguro que no se correspondían con Asia. Los monarcas querían encontrar un paso que permitiera llegar a las verdaderas Indias orientales que el portugués Vasco da Gama ya había alcanzado navegando hacia el este  (1497-1499). Colón recibió promesas de restituirle sus cargos y dignidades, así como a su familia, y se hizo de nuevo a la mar (11 de mayo), acompañado de su hermano Bartolomé y de su hijo Hernando.
En un viaje lleno de penalidades, exploró la costa centroamericana, a la altura de Honduras, sin encontrar el paso hacia el oeste. Su estado de salud empeoró (sufría de gota), y el 12 de septiembre de 1504 regresó, entrando en Sanlúcar de Barrameda el 7 de noviembre. A partir de ese momento se empeñó en una batalla legal para que le restituyeran sus perdidos privilegios pero el navegante que unió dos mundos murió sin conseguirlo y sin saber tampoco que había descubierto un nuevo continente el 20 de mayo de 1506 en Valladolid.

"Yo vine a servir de 28 años y agora no tengo cabello en mi persona que no sea cano y el cuerpo enfermo, y gastado. (...) Aislado en esta pena, enfermo, aguardando cada día por la muerte, llore por mí quien tenga caridad, verdad y justicia. Yo no vine este viaje a navegar por ganar honra ni hacienda: esto es cierto, porque estaba ya la esperanza de todo en ella muerta. Yo vine a Vuestras Altezas con sana intención y buen celo, y no miento."

Cristóbal Colón, en Los Cuatro Viajes del Almirante y su Testamento. (Madrid, Espasa-Calpe, 1977).

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